Fernando Vargas, abrió con dificultad sus ojos. Sentía mareos y un sabor indescriptible en su boca. Trataba de coordinar con dificultad sus ideas, sus ojos se cerraban, pero continúo luchando contra la incomprensible sensación de cansancio que lo invadía. Su último recuerdo se remontaba a un fuerte golpe en la cabeza y luego un vacio.
Trató de adaptar sus ojos a la penumbra de la habitación. Escuchó el ruido de las chicharras y el murmullo del agua de un rio o un arroyo cercano. ¿Dónde se encontraba? Estaba fuertemente atado. Con mucha dificultad y después de luchar casi hasta el agotamiento, logró aflojar una de las cuerdas que retenía una de sus manos, luego la otra. Miró sus brazos y encontró varios puntos rojos que indicaban que lo habían sedado, quien sabe cuánto tiempo. Se enlazó con un falso nudo las manos al sentir los pasos del alguien que se aproximaba y cerró los ojos, fingiendo dormir. Sintió la frialdad del agua corriendo por su cuerpo. Un sujeto de desagradable aspecto lo miraba.
- ¡Jefe!. ¡Ya despertó! -dijo en voz alta.
Un sujeto vestido elegantemente, se acercó.
- Retírate. Yo me encargo de él, dijo dirigiéndose al sujeto de mal aspecto. Quiero hablar con este hombre.
Después dirigiéndose a Fernando preguntó .
- ¿Cómo está agente?
- ¿Quiénes son ustedes y que quieren? ¿Dónde estoy? -preguntó Fernando.
- Estas en Colombia, estas secuestrado y a su tiempo, sabrás quienes somos nosotros- dijo con una sonrisa.- Pero tú debes saberlo, ese es tu trabajo.
- ¿Que quieren de mi?
- Tienes que hacer lo que hace todo el mundo. Un trabajo y dar una información.
- No creo que pueda, ni quiera hacer ningún trabajo.
- Si lo vas a hacer. ¿Sabes por qué?
- Porque tienes familia y quieres que ellos vivan.
- No creo entender.
- Claro que entiendes. Sabes demasiado. Te hemos estado siguiendo y sabemos quién eres, tus cualidades, defectos y habilidades. Sabemos que llevas muchos años infiltrado en varias organizaciones. Mi jefe te conoce y también a tu esposa y a tus hijos. Ahora tienes que hacer un trabajo importante. Somos tus amigos, no tus enemigos
- El ya no sabe quién es el amigo, ni el enemigo-dijo otro hombre elegantemente vestido que entró al cuarto, acercando su cara a la de Fernando.
- Quizás tenga razón. A veces he dudado quien es el enemigo-comentó Fernando Vargas con ironía.- No creo que los amigos me traten como lo hacen ustedes.
- Te vamos a dejar tranquilo un rato. Estamos esperando a alguien. Vámonos.
Fernando quedó solo en el cuarto. Logró desatarse los pies. En una esquina de la habitación había una rústica cama de madera de la cual logró arrancar una pata.
El ruido atrajo la atención de uno de los hombres que entró. Fernando lo recibió con un fuerte golpe en la cabeza. Tomó el arma del hombre y lo amaró con la cuerda que anteriormente lo sujetaba a él.
Minutos después entró otro, le propinó un fuerte golpe en el estómago, luego lo golpeó con la culata del revólver. Guardó la otra pistola que estaba en el costado del hombre. El hombre cayó al suelo sin sentido. Espero detrás de la puerta, unos segundos después entró un tercero y logro neutralizarlo con la culata de la pistola.
Avanzó con cuidado hasta la salida de la casa. Había dos carros, uno era un BMW negro compacto y una camioneta. Volvió, amarro los hombres con más cuidado y escudriño el bolsillo de sus secuestradores, hasta que encontró las llaves de uno de los carros.
El BMW arrancó sin dificultad y avanzó por un escabroso camino lleno de baches y rodeado de vegetación sin saber a dónde dirigirse. Miraba con cuidado el camino, buscando una orientación. Al fin pudo ver un letrero que decía” Camino del Real entronque a Medellín”. La angosta vía empató con una carretera más ancha. El carro empezó a fallar Fernando miro la pizarra y pudo percibir que el indicador del combustible estaba en su punto más bajo. El motor volvió a fallar hasta que finalmente se apagó.
Se bajo del carro, miró a su alrededor y vio una casa a menos de cien metros del camino. Se dirigió a ella y tocó en la puerta.
- Un hombre con una camisa rota y pantalones desgastados abrió lentamente la puerta de la casa y sin decir palabras lo miró con curiosidad.
- Estoy perdido y se me quedó el carro sin gasolina. Me hace falta su ayuda.
- Mal lugar para perderse.
- ¿Hay alguna ciudad cerca? -pregunto Fernando.
- Medellín está como a 80 kilómetros de aquí. El transporte no pasa hasta dentro de una hora, pero pase y siéntese.
- Fernando fue recopilando información del lugar donde se encontraba. Volvió al carro y halló dos binoculares y un abrigo. Revisó el abrigo y encontró un sobre que contenía varios cientos de dólares.
Volvió a la casa.
- Necesito combustible para seguir el camino. ¿Está seguro que no tiene gasolina que me venda? Puedo comprarla.
- No tengo, lo siento. ¿Quiere comer algo?
- Si, pero necesito llegar a la ciudad.
- Dentro de veinte minutos pasa un bus que va para Medellín.
Fernando comió con el campesino, luego volvió al camino y esperó hasta que pasó el bus para Medellín. El campesino le regaló una camisa desgastada y un sombrero.
- Muchas gracias. Fernando se despidió dejándole un billete de cien dólares al campesino.
Fernando llegó a Medellín, la segunda ciudad más grande de Colombia. Con una población de más de tres millones de habitantes. La ciudad no era nueva para él que había vivido en Colombia cuando empezó la cacería de Pablo Escobar, el líder de una vasta organización que lo convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo donde operaba el cartel de Medellín.
Fernando empezó a recordar esa época. A su mente fueron arribando los recuerdos de cada minuto vivido en la organización de Escobar. El capo había fundado una larga y organizada estructura, donde se compraba la lealtad. Había un común denominador: el miedo, que sumado al dinero, lograba lo que otros no habían obtenido. La malévola estructura tomó carácter internacional, dominando el mercado de drogas de los Estados Unidos. La DEA y la CIA tomaron carta en el asunto infiltrando hombres en la organización y Fernando junto con otros hombres formó parte de un grupo de personas que permearon la organización de forma clandestina.
El poder y el dinero de Pablo Escobar lograron comprar jueces, magistrados y políticos, su consigna ‘’ plata o plomo,” fue abriendo camino, mientras Fernando por su parte cumplía su tarea de hacerse de un lugar importante en la organización y ganarse la confianza de Escobar. Trabajó rodeado de matones y asesinos. Fue una de las más peligrosas misiones debido a que Escobar era el héroe del Medellín, Pablo era respetado y admirado por muchos que cuestionaban la presencia de Fernando en el lugar, sometiéndolo a pruebas para comprobar su fidelidad con ordenes indeseables.
Todo terminó parcialmente en julio de 1992 cuando Pablo Escobar fue confinado a una lujosa prisión privada, desde donde continúo sus actividades criminales.
Fernando recordaba los momentos vividos, algunos resultaban inolvidables, como cuando lo invitaron a una reunión, con uno de los enemigos de Pablo Escobar llamado Coronel Hugo Aguilar. Hubo otros encuentros con Hugo, con los agentes de la CIA y la DEA del grupo Delta para capturar a Escobar.
Escobar supo de la reunión y pago por cada hombre que muriera. Fue una de las más largas cacerías de la historia.

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