Capítulo 2

Rafael Vargas acompañó a su madre y su hermana a la vivienda donde sus padres habían habitado durante décadas. La casa estaba abarrotada de muebles y fotos, la penumbra cubría las paredes, engendrando un color gris indefinido que se extendía hasta la desgastada alfombra, haciendo que se incrementara la soledad del ambiente. Un cuarto de la casa había sido transformado en la oficina que su padre, Fernando, usaba cuando se encontraba en casa. Allí se destacaba un pesado buró sin adorno, que rompía el contraste de las paredes donde se destacaban decenas de pequeñas banderas que formaban una esfera sobre una pirámide.
Se sentó en un sofá, su cabeza descansó sobre un almohadón. Sintió un enorme cansancio, cerró los ojos e inesperadas imágenes brotaron en su mente.Veía a su padre acostado, atado e iluminado por una inmensa luna, hasta que se desvaneció. En esos momentos no podía distinguir si estaba soñando o despierto. Luego se levantó y se dirigió hacia la caja de caudales que estaba incrustada en la pared, detrás del closet. Con sus manos temblorosas fue poniendo los números que su madre le había indicado. Movió la palanca, pero la puerta no se abrió; repitió la operación, pero esta vez cerró, marcó los números en otro orden. La puerta se abrió, dejando al descubierto el interior del arca en la que guardaba celosamente varios documentos. Un testamento, lo miró con detenimiento, luego vio el sobre marcado con la palabra, Hope. Rompió el sello de lacre y se sentó en la cama a leer.
Era una epístola cuidadosamente escrita.
Querido hijo:
Cuando leas esta carta ya no estaré con ustedes, todos tenemos un tiempo limitado en esta vida y debo comunicarte muchas cosas. Primero pedirles perdón por no haber pasado más tiempo con ustedes , también expresarles cuanto los amo. He aprendido lo importante de la familia, he cometido muchos errores, de los que me arrepiento, en fin nunca terminaría, pero tengo la esperanza de que me perdones, pero hay algunos aspectos de mi vida que no puedo obviar, algo que debo comunicarte.
Lo primero es que tienes un hermano llamado Carlos Vargas Hernández que vive aquí, quiero que lo aceptes y que juntos viajen a Cuba.
El segundo aspecto que debes saber, es que dediqué mi vida a trabajar para la CIA, formando parte en una organización secreta cuyo principal objetivo era la infiltración en otros grupos. No puedo pedirte que continúes mi trabajo, pero sí que averigües quienes son los responsables de mi desaparición. Puesto que si estás leyendo estas líneas es porque he fallecido. Para empezar debes conectarte con el último grupo que infiltre en Cuba. Uno de los miembros te dirá todo lo que necesites saber, podrás encontrarlo en La Habana los días que tienen un seis, en horas de la mañana frente al Focsa. Sabrás que es él, porque tiene una biblia, una cadena plateada en su mano izquierda , con un diminuto elefante y en la derecha una manilla con la letra L. Cuando lo veas, sólo tienes que acercarte y decirle la palabra Hope. Ésta es la única manera de conseguir información sobre mi desaparición.
Y para terminar, en el testamento les dejo indicado la cantidad que les corresponde de mis bienes. Espero que me perdones si no fui nunca sincero contigo. Cada uno tiene una misión en la vida y esta ha sido la mía.
Con todo mi cariño me despido de ustedes, con la esperanza de que ustedes y Dios me perdonen. No olvides mis enseñanzas, no abandones nunca el amor y la verdad.
Confía de todo corazón en el señor y no en tu propia inteligencia.
Fernando Vargas
Rafael se pasó la mano por el rostro, había leído la carta cuidadosamente, su corazón abrigaba varios sentimientos. En primer lugar sentía curiosidad, incertidumbre y algo que no sabía describir, la noticia de que tenía un hermano lo sorprendió, sin embargo lo alegró, pues siempre había deseado tener uno, sin embargo, la noticia de que su padre había pertenecido a la CIA, lo dejó perplejo y confundido. No lograba comprender qué perseguía su padre perteneciendo a una organización con las características de la Agencia Central de Inteligencia.
Sentía dos impulsos, uno que le indicaba que todo esto era una insensatez y otro que deseaba saber más del asunto y seguir adelante. Se dirigió a la habitación de su madre, la cual estaba casi en penumbras.
- ¿Estás bien mamá?
- Sí mijo, ¿Que hacías? ¿Dónde está tu hermana?
- Tenía que salir para su casa. Yo me quede revisando los papeles de papá, encontré el testamento y otras cosas. ¿Puedo hacerte una pregunta?
- ¿Qué quieres saber?
- ¿Conocías todas sus actividades? ¿Sabes que tengo un hermano?
- ¡Sí! sé a lo que te refieres. Hay cosas en la vida de tu padre que quise ignorar (bajando la mirada). Sé que siempre ha estado involucrado en actividades secretas. ¿Qué hago ahora, qué tu padre no está? Preguntó en tono de desesperación.
- Todavía no estamos seguros de que Papá está muerto, pero dejó unas cuentas de banco. ¿Tú conoces su testamento?
- Sí, pero no necesito nada para mí.
- Necesitas el dinero, además es la voluntad de mi padre. Es una forma de protegerte.
- No te preocupes por mí.
Vargas no contestó, pero pensó que debía pasar más tiempo con su madre y en su interior decidió que se mudaría con ella, aunque nunca había sentido atracción por la casa y su decoración.
Volvió a su trabajo. Sus compañeros más allegados lo trataron de forma amable, pero se sentía incómodo e impedido de concentrarse. Las palabras de su padre y la carta que había leído habían quedado en su mente.
El jefe de la redacción se dirigió al él.
- Siento todo lo que ha pasado, si necesitas puedes tomarte unos días.
- Si, realmente creo que los necesito, te lo agradezco.
El jefe de redacción le puso su mano en el hombro y se marchó en silencio mientras él se sentaba en el buró. La pluma que tenía en la mano empezó a escribir la palabra Hope y luego Marfil. Trató de concentrarse pero no podía, sentía unos deseos intensos e inexplicables de abandonar el lugar donde se encontraba.
Se dirigió a la casa de sus padres. Tenía una llave, abrió la puerta y entro en el despacho. Ahora, no le incomodaba ni la decoración, ni la penumbra, ni siquiera la alfombra. Se sentó en el buró de su padre y cerró los ojos. Puso sus manos sobre su rostro y empezó a planear su viaje.
Su madre entró en el despacho y lo encontró sentado.
- ¿Qué haces aquí? Me pareció ver a tu padre cuando entré.
- Tengo que viajar, voy a estar unos días lejos-dijo Vargas tomando las manos de su madre entre las suyas.
- ¿A dónde vas ? ¿Por qué vas de viaje si apenas hace unos días que tu padre murió?
- Voy por eso mismo. Mi padre se infiltro en una organización y me pidió que hiciera este viaje. Tengo que averiguar quiénes son los responsables de su desaparición.
Vargas volvió a su trabajo, le explicó a su superior que necesitaba ausentarse unos días, luego citó a un detective llamado Oscar Martínez que ubicó el paradero de su hermano.
En cuanto recibió la dirección de su hermano, se dirigió al lugar y tocó la puerta. Un hombre joven con una rara chaqueta salió. Su pelo era negro y con una sonrisa amplia, de complexión atlética y estatura similar a la de Rafael, buscó algún rasgo en su fisionomía que relatara su parentesco, pero no lo encontró. Carlos le preguntó que deseaba.
- Mi nombre es Rafael Vargas. Me gustaría conversar algunas cosas con usted.
- Dígame, indique, señale, explíquese.
- Estoy buscando a Carlos Vargas.
- Soy yo, ¿Qué puedo hacer por usted? ¿En que le puedo servir?
- Hay algo impórtante que debes saber. Mi padre me dejó una carta donde me explica que tengo un hermano y creo que es usted. Un detective que contraté me dijo que usted vivía aquí y que era la persona señalada.
- ¿Tú qué? ¿Cómo, tú hermano? No entiendo nada.
Vargas le relató los eventos relacionados con su padre y todo lo del documento, así como la revelación de que tenía un hermano. El joven perdió parte de su habitual sonrisa y se interesó seriamente por el asunto.
- Vamos a la casa y te enseñaré el documento en el que mi padre te menciona.
Vargas le anotó la dirección.
- Sígueme en tu carro.
- Bueno, “Pues veremos que sale de todo esto”.
Vargas manejó cuidadosamente, asegurándose por el espejo retrovisor que lo seguía. Carlos conducía tratando de mantenerse cerca.
Llegaron a la casa de los padres de Vargas, después de sortear el transito. Elena abrió la puerta.
- Mamá, este es mi hermano.
Pilar examinó al recién llegado con su dulce mirada.
- Mucho gusto ¿Cómo se llama tu madre?
- Rosa . Mi mamá murió hace tiempo.
- Entra, esta es tu casa. Dijo la madre de Vargas.
- Vamos al despacho de nuestro padre.
Entraron al despacho, y Vargas sacó el documento de la caja fuerte y le entregó la epístola, Carlos continuo leyendo en silencio. Se pasó la mano por la cabeza y exclamó:
- ¡Oye esto esta duro!
- ¿Que quieres decir?
- Lo que te dije, que está duro, eso de la organización secreta y todo esto.
- ¿Qué te parece?
- Na’, no me gusta eso.
- ¿Que quieres decir?
- Si ,eso, que voy a aceptar ir a Cuba contigo. ¿Que me dejó en el testamento?
- Ya veo que te esta’ interesando todo lo relacionado con nuestro padre-dijo Vargas sonriendo.
A pesar del dolor, Carlos había logrado provocar una sonrisa en el rostro de Rafael.
- Si es verdad, yo mismo me quedé igual de sorprendido , cuando leí la carta.
- Déjame leerla otra vez.
Zumbaba como las abejas mientras leía. Leyó otra vez el documento, mientras su hermano lo observaba.
- ¿Que es lo que más te ha sorprendido? -pregunto Vargas con curiosidad.
- No entiendo casi nada.
- Bueno la verdad es que yo nunca imaginé algo así.
- ¿Qué?
- ¿Qué de que?
- ¿De qué estábamos hablando?
- Estas muy estresado- dijo Rafael Vargas, que miraba con detenimiento a su hermano que se movía inquieto.
- Si, la verdad necesito refrescar.
- ¿Irías conmigo a Cuba para averiguar sobre la organización?
- Si, claro que voy. Respondió, haciendo una mueca con su boca.
- ¿No te da miedo? ¿No te parece una demencia?
- Yo creo que vamos a encontrar muchas cosas interesantes en Cuba.
- Voy a hacer todas las gestiones para el viaje a la Isla y te aviso. Me hacen falta todos tus documentos y la información que me pidan.
Se despidieron con un fuerte abrazo. Vargas se sentó a meditar.
Unos días después Vargas entregó en una agencia todos los documentos solicitados. A partir de ese momento, empezó una búsqueda de todo lo relacionado con Cuba.
Cuando llegaba a su casa trataba de localizar sitios en la Internet relacionados con la Isla, allí leía noticias ampliando y actualizando sus conocimientos. Vargas decidió escribir lo que había recordado en el hospital referente a su niñez , lo envió a algunos coterráneos que radicaban en diferentes partes del mundo.
El artículo viajó hasta lugares insospechados. Muchos le contestaron narrándole sus memorias, otros escribieron, enriqueciendo el mensaje y contándole sus experiencias. Entre las personas con las que empezó a escribirse de forma regular, se destacaba una joven cubana llamada Susel.
Cuando Rafael Vargas recibió la notificación de la agencia de recoger el pasaporte con la visa, llamó a Carlos, le explico que todo estaba listo. Quedaron en verse unos días antes de marchar, Vargas también llamó a la Habana y conversó con Susel que estuvo de acuerdo en esperarlo en el aeropuerto.
Al fin preciso el día del viaje, Vargas notificó a su superior que estaría unos días fuera del país y fue a despedirse de su madre, no tenía idea de cómo cambiaría su vida a partir de ese momento.
Llamó a su hermano y le dijo:
- Ya tengo los pasajes.
- No puede ser.
- ¿Cómo que no puede ser?
- Chico es una expresión de sorpresa. ¿Cuándo nos vamos? ¿Dónde nos vemos?
- Nos vemos el próximo lunes a las once de la mañana en el aeropuerto, allí te doy todo: el pasaje y tus documentos.
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