Thursday, November 11, 2010

capitulo 1 ( la bandera de la Esperanza


                                             Capítulo 1
                   
  
Los  oficiales de la aduana inspeccionaron detenidamente la embarcación de más de doscientos pies, cargada de contenedores que  acababa de atracar,  en el puerto  de Miami.  Uno de ellos  observó   con detenimiento las figuras de cerámica que venían en el carguero, sacudió contra el muelle  uno de los objetos, al descubierto quedó  un cilindro plástico que contenía un polvo blanco. En segundos, decenas de agentes tomaron la embarcación y decomisaron el cargamento.

 La redacción del periódico, adquirió  la información y Joseph Mirado, el jefe del departamento , conformó dos equipos para redactar los artículos sobre lo ocurrido. Observó   un instante a Rafael  Vargas y  pensó que era la persona idónea para  dirigir uno de los grupos. Vargas,  sería un  buen  líder dentro del difícil grupo. Era un hombre joven, pero suficientemente maduro para dirigir, además poseía  una  inteligencia y audacia envidiable.  Mirado  estaba a punto de tomar la decisión, cuando la operadora le comunicó que la madre  de Rafael estaba en muy malas condiciones y lo estaban llamando de urgencia desde su casa.

Segundos más tarde,  se escuchó por los altoparlantes “Señor Rafael  Vargas, tiene una llamada por la línea uno”. Vargas oprimió el  comunicador y escuchó la inconfundible  voz de su hermana:

-     Mi hermano  no me gusta molestarte, pero hay problemas. Ven en cuanto puedas. Mamá  está muy enferma, además hay otras graves  complicaciones. Papá está  desaparecido.
-     Salgo para allá.

Sin pensarlo ni un momento, partió con la   rapidez del viento hacia   la casa de sus padres. Al arribar, encontró a  su madre  recostada sobre dos cojines, su respiración era penosa, a pesar de que Dora Ileana, su hermana ,  le había suministrado oxígeno de un pequeño tanque que se encontraba al costado de la cama.

Vargas la miró. Su cara se veía demacrada, su piel tenía un color que él no  recordaba,  sus  ojos color miel estaban cerrados.
-     ¿Qué sucedió, mamá?
-     No sé, me puse mal, avisaron que tu padre está perdido y que no aparece. No se sabe nada de él. Parece que cayó al mar. Me subió la presión, me duele  el pecho.

Vargas preguntó a su hermana  si había llamado a una ambulancia, ella le respondió negándolo con la cabeza. El nervioso, llamó al 911 y explicó lo que sucedía. Unos minutos después arribaron  los paramédicos, le tomaron la presión, la temperatura y determinaron    trasladarla al hospital.

Montaron con dificultad  a la madre  en la camilla y la subieron a la ambulancia,  Dora Ileana,  la acompañó  en el viaje.  Vargas buscó su carro, trató de alcanzar al  vehículo, pero éste se abrió paso zigzagueando como serpiente, con sus luces y sirenas entre los coches, dejándolo  atrás, a pesar de sus esfuerzos por seguirlos.  Cuando llegó al hospital, buscó  donde colocar su vehículo, pero fue difícil localizar un estacionamiento cercano a la puerta de emergencia. Al  Observar  el inmenso hospital, las anécdotas  de sus padres vinieron a su mente.  Su  padre, de origen cubano a menudo hacia referencias a la Habana y mencionaba que los hospitales en Estados Unidos eran como hoteles. Cuando  arribó, pidió información sobre su madre e intentó entrar, pero le dijeron  que debía esperar porque sólo podía entrar una persona; Se sentó en la sala de espera al lado de una persona que estaba con un pequeño radio y que escuchaba  la  voz de Feliciano    susurrando:
Pueblo mío,
Que
estás en la colina,
Tendido como un viejo que se muere,
La pena y el abandono,
Son tu triste compañía,
Pueblo mío,
Te dejo sin alegría.
Que será que será…
 Los recuerdos de su niñez fueron invadiendo su imaginación, habían vivido en  Camagüey, una ciudad al centro de la Isla de Cuba y todos los veranos visitaban un pequeño pueblo  a orillas del mar, donde  su  padre, en compañía de  sus  tíos, había construido una  diminuta vivienda de madera que ocupaban cuando terminaban las clases en  Julio y Agosto. Todos en el caserío se  conocían, e iban, esperando con ansias la llegada de los colindantes, que más que amigos se convertían en familia.

Fue una época donde escaseaban las comodidades, no había  acueducto, ni aire acondicionado en las casas, pero eso no era imprescindible. Cuando llovía, se sentía el  olor de la tierra húmeda,  que perfumaba el ambiente y el sonido producía una mágica música  al caer sobre los tejados, como una monótona melodía que invitaba a acostarse, taparse con una fina sábana, sentir como refrescaba y  esperar a que pasara la lluvia. Luego esa  agua  llenaría los tanques a través de las canales y seria el agua que se utilizaría para los quehaceres  diarios, más tarde, se  abrían las ventanas y disfrutaban  de la brisa del mar. Ahora comprendía que esos  momentos, le  enseñaron no solo la importancia de la lluvia, sino también a dar gracias a Dios.
  
Vargas continuó recordando que mientras su madre se ocupaba de poner en orden la  casa, su padre iba a pescar. Las destrezas de  sus  antecesores eran muchas, una de ellas era en el arte de la  captura, siempre sabía cuál era el preciso lugar, el anzuelo adecuado, la carnada correcta, cuando usar una plomada, cuanto se debía esperar o cuando convenía recoger  el naylon. Esta otra infinidad de conocimientos que lo convertían en un maestro. Por otro lado su madre organizaba y convertía la diminuta  morada en un precioso lugar.
       
En esta bahía,  el agua  no tenía los hermosos colores, ni la transparencia  de otros mares de Cuba, pero sí otros encantos, allí se extendían inacabables  manglares que  servían de  refugio a  peces, cangrejos, roncos, jaibas y otros cientos de especies marinas .  El cielo siempre estaba  lleno de gaviotas,  que danzaban en el aire,  emitiendo sus sonidos guturales alrededor de los pescadores de sardinas, mientras ellos tiraban la tarraya.  
Su padre le había enseñado a amar la naturaleza, su madre a amar la ciencia y el estudio,  la vida le había enseñado,  que cada minuto, era un regalo universal.  De pronto, la voz de su  hermana  lo  trajo a la realidad.
-     Ven. Entra,  mamá  quiere verte.

La señora  tomó sus  manos entre las suyas, estaban frías, su semblante estaba pálido y sus ojos lejanos.
-     Hijo.
-     No hables mamá .  Dijo Vargas, pero Pilar continúo.
-     Nunca te he pedido nada, continuó  diciendo Pilar.
-     Por favor no hables, descansa. Repitió Vargas, tratando de hacerla  callar para evitar que se agotara.
-     Rafa, te voy a pedir algo, quiero  que busques en la caja fuerte de tu padre, el  me dijo que si desaparecía o le pasaba algo, que te diera estas instrucciones: Tienes  que abrirla y buscar un sobre  que dice Hope  y lee  los documentos,  son los manuscritos de tu padre, después de leerlos , destrúyelos. La madre continuó hablando muy bajito y  susurró  un número  que Rafael trató  de recordar. 
-     ¿Porque me pides eso?
-     Porque me siento mal y tengo que cumplir los deseos de   tu padre.
Varios médicos entraron. Es mejor que se retire y la deje descansar.
Salieron un rato y su hermana le comentó.
 -¿Ya sabes lo de papá?.  
- Solo lo que me dijo mamá .
- Encontraron su bote  sin nadie,  sin ninguna huella, ni siquiera indicios de violencia,  no estaba en el. Yo creo que se cayó del bote, la policía también lo cree, me preocupa  el tiempo que ha pasado, pienso que  probablemente  esté muerto.
-No sabía nada… No se qué pensar… Me cuesta trabajo entenderlo.
- La policía estuvo en la casa, allí fue cuando mamá    se puso mal, yo te llame, pero no contestaste el teléfono. ¿Qué crees que debemos hacer?
En cuanto   mamá  se mejore iré a la casa y me  mantengo en comunicación contigo.
Pasaron la noche en el hospital , al amanecer le dijeron que no había peligro y  que podían retirarse al medio día.


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